sábado, 7 de noviembre de 2015

El Maestro.

Preguntaron al experto escritor de horror:

-'Maestro, ¿qué debemos decir a un hombre para infundirle pavor?'
-'La verdad, hijo. Sólamente.'

Por supuesto, el maestro escribía sobre la vida diaria del hombre ordinario, con reflexiones poco más verdaderas que intensas. Un escritorcillo de pacotilla, olvidable; pero los horrorizaba verdaderamente, profundamente. Ejercía la real naturaleza del horror, a tal grado, que lo rechazaron de la misma manera que expelemos las sangrientas visiones de nuestras sienes, las taras de la razón humana. Así, el maestro fue olvidado por su tiempo.

Gran desenlace, no cabe duda, fue un prodigio.

jueves, 15 de octubre de 2015

Mentira Fundacional.

Se ha configurado, con sus engranes y la precisión de un reloj suizo.

En una época desmitificada, espabilada y llamada al ataque. Nada de metarrelatos, nada de cuentos de hadas y pasos en falso. La confianza de la seguridad, el huracán en un frasco de conserva. 

A cada movimiento corresponde una causa, y esto que nos rodea es movimiento puro. Estarán prestos a ignorar que existe algo más que eso. Si planteas arrojar una roca desde cierta a altura, la respuesta será "es obvio pues una roca arrojada siempre caerá... Imbécil"; cosa que debería ser "una roca al ser arrojada, siempre ha caído". Pero si el sol siempre despierta con nosotros, y si siempre brilla arriba, tan inagotable, ¿por qué temer que caiga? ¿Por qué le temería un humano a este mundo, su esclavo?

La mentira fundacional, en cuyo nombre hemos despojado a los dioses de su tiranía, desterramos a Physis como al ángel de luz y todo lo metafísico fue hipersomnia. Sobre la falsedad se sobrepusieron tantas verdades que ahora parece una superficie sólida, capaz de aguantar la empresa. Cuando la heterogeneidad es tan amplia, tan espesa y antigua que figura tanto a la homogeneidad, de tal modo que podemos echarnos en su regazo sin temor al dolor.

Pero se ha instalado en ellos, y han preparado los morteros. La estructura se ha cerrado impenetrable. Tal vez, para nosotros los restos, sea hora de darse la vuelta, salir de las esquinas y mostrarse, encararle de frente, encontrar el punto ciego. Si no sobrevivimos o podemos coronar a nuestros reyes, pues ancestral y oxidado luce ahora su reinado, tal vez algún golpe de roca asestemos y, con la gracia de Ares, sangren humildad.

Pero mientras siguen construyendo sobre guijarros, ¿resistirá la casa de naipes? ¿Resistirá su propio peso? ¿Resistirá siquiera a los propios constructores?

Debe ser un error estar indifenidamente asomando por la puerta para contemplar la belleza de la estructura, mirar de cerca y descubrir que debe ser un error...

miércoles, 1 de julio de 2015

Vapores y cenizas.

Veo sus rostros moldeados a semejanza de sus burdas costumbres, como si se les derramara la putrefacción acumulada, como si el espíritu no soportara la carga y se apoyara en el cuerpo.

Sus fútiles pretensiones, tratan de vendernos novedad y originalidad, intentan relucir inéditos bajo la vieja luz del viejo sol.

Camino y veo vómito en la calle, alguno de ellos debió dejarse el cerebro anoche... Estrellado contra este suelo, contaminándonos a todos. Asqueando la vista, revolviendo las vísceras, ¿cómo pueden desprenderse de algo tan esencialmente suyo?

Van volcando sus pasos a callejones de desentendimiento, ignorando que la angustia mora en cada rincón de la existencia humana, nos espera a la vuelta de la esquina, agazapado y observando para saltar con fieras garras sobre la yugular. Pero ellos caminan como si nada pasara, es como acercarse al borde sin adivinar el vértigo de la supervivencia.

Reptan a los desconectados, sugiriéndoles formas, empujándolos a sus vertederos. Asesinos ciegos de sus manos ensangrentadas. Siempre asesinos. No sé a cuántos deben de haber matado ya; pero es claro, los diarios no se fijan de las pequeñas masacres en la vida humana, toda esa pérdida no significa nada, porque nadie pierde nada, sólo los muertos.
Pero hay que dejarles llegar a sus perreras, pues nada anhelan más que sentir la rabia escurrir el organismo. Si cuentan los días para la llegada del veneno de la cosecha. Vivir para beber. "Si nada hay que se pueda hacer" -piensan- "mejor morir de rabia".

Los veo exhalar vapores y cenizas, restregarle a la porcelana y las paredes los residuos que otoñan la vida. Mientras tanto, nos regalan a todos sus infectos vapores y cenizas. Enjambres de plaga.  Con sus desperdicios se han convertido en máquinas, pero aún guardan el descaro de recitar discursos contra ellas. Tanta ironía, tanta comedia.

Exaltando los logros de su constante polución. Hay que proveerle valor a la mugre para ensuciar a todos. La suciedad es su trofeo, llevan el lodo en los zapatos y las sonrisas bien lustradas.

Así se gastan, oxidando al viento sus días y recitando en hipnosis sus ornamentales palabras que han de impregnarse en algún óxido ajeno u oxidar a algún desorientado. Pero ellos han de tener la aprobación de esta especie, pues son tan semejantes a los demonios que se desatan en la tierra del hombre. Porque la luz del demonio es exquisita y dulces son los frutos de la decadencia.

"Toma un racimo de nervios y córtalo" -les oigo decir- "es la mejor manera de impresionar".

miércoles, 14 de enero de 2015

Café.

Y aunque la desición le parecía absurda al principio, no hizo el intento siquiera. Se negó a rebuscar en el sombrero y sacar uno de esos papeles con argumentos. No tenía ninguno que no sonara como una maquinación genérica. Sólo podía poner ante mí sus sentires, como esperando que sólo ellos llenasen todo el espacio. Valoro su intento, pero aunque yo no lo desee, el contenedor se ha roto, nada que entre allí permanece, nada encuentra sustento.

No le conocía realmente, no llegó a ser mi amigo, y sin embargo caminó conmigo. Es el poder del maldito ocio. Tomando un café disfrutamos de la última charla, preguntándonos qué tan hondo es el irrumpir de la vida y qué tanto se le elogia desde el propio elogio. Le comentaba que ésta había sido una historia verdaderamente aburrida, tanto así que ni siquiera podía destacar una tragedia o un éxito extraordinario del cual enaltecerse. Le aposté que se podía recoger de cualquier rincón una historia con más razones; preguntamos al dependiente del lugar por el diario y de más está decir que en la portada encontramos lo que buscábamos.

No se trataba realmente del dolor que estalla brusca y poderosamente, ése puede surgir en cualquier momento, incluso cuando aún se es muy joven. Es el otro dolor, el que va inherente, el que se nos halla incrustado. Es el dolor del que estamos minados. Que nos rompe a pedazos, y que sólo es renovación perpetua de las sensaciones ya conocidas. Dolor que sólo es peor en la medida que dura más. Pobre de aquél que se atreva a ser longevo.

Después de todo, no nos fulmina. Nos desgasta por partes y no hay manera de arreglarlo, sólo queda ver su galopar comandado por el tiempo. Él es el más valioso caballero, de paso indenme, de fuerza siempre inédita para nosotros, plebeyos a pie.

En todo el rato que permanecimos ahí, no pareció interesarse más por contradecirme algo. Creo que realmente él tampoco podía decirse algo convincente a sí mismo. Percibí en su mirar que estaba tan desgastado como yo, pero tampoco parecía interesarle nada el partir. Luego, una vez dejado atrás el lugar, me dijo que comprendía pero que él no podía quejarse de lo que tiene aquí, que después de todo no piensa adelantarle el paso al gran caballero pues de igual manera ha de llegar triunfal a su puerta un día. Además, le gusta demasiado el olor que deja la lluvia en el pasto y caminar bajo las lloviznas para disfrutar aún más el sabor del café, aunque sea sólo una temporada al año, de ahí en más la ciudad es un asco. Y aunque me confesó que no alberga ninguna esperanza, se encuentra cómodo con sus pequeños placeres.

Supongo que somos iguales, dos hombres vacíos pero desesperanzados del proyecto del otro. Él no encuentra una razón para irse y yo no encuentro ninguna para quedarme. La futilidad de lo que poprone el otro es tal, que simplemente nos aferra más a nuestras resoluciones.

Tras la despedida partió a su cuarto, me dijo que era un lugar de mala muerte, cosa que no da muchas pistas pues describe casi cualquier lugar del mundo. En cuanto a mí, ahora mismo voy a la última y más digna aspiración que nunca he tenido: renunciar a toda aspiración.

viernes, 2 de enero de 2015

Purga.

Transitando por el sufragio (el sufrimiento diría yo), comenté que no tenía suficiente aire para dejarme ir. En ese momento Cecilia me recordó que el lugar estaba atiborrado. Tenía razón, estaba repleto de papeles: tareas no empezadas, cartas jamás enviadas y algunas he de confesar ni siquiera escritas; también las cuentas de las herramientas que me permiten vivir en este mundo construido sin mi autorización, las solicitudes por enviar y los rechazos postales.

De la misma forma, estaba repleto de objetos varios, la mayoría sin que yo sepa cómo llegaron ahí y ni qué hablar del porqué lo están. Objetos impregnados con recuerdos, algunos más viejos que otros, pero todos dolorosos al fin. Los objetos los puedo abandonar en el polvoriento almacén, botar en algún lugar recóndito; pero siempre habré de cargar a cuestas con los recuerdos, de ellos jamás me deshago.

Henchido con lo inconcluso, lo obviado. De esos caminos sin andar, de aquello sin echar fuera. Incluyendo lo que se abandonó sin replicar. Melancolías hechas a medida.

De luchar para vivir. Lucha que jamás termina. Enfrentamiento con los dados trucados.

Colmado enteramente de incertidumbres. Mi futuro no existe, sólo tengo presente para hacer todo de la nada. Y aunque yace la posibilidad matemática de poder erigir imperios, después de pasado el presente, habré dejado otros imperios de lado. El tiempo es doloso, me muestra todo y me da nada.

Estoy lleno. Me virtieron un lenguaje, unas tendencias, una historia, una familia. Esas cosas que han estado ahí siempre que he podido ver. Y después de todo, esto no ha existido siempre, fue ensamblado cuando vine, se perderá cuando me vaya.

Está tan lleno, y yo estoy tan lleno. La existencia satura todo. No me cabe palabra ni ruido siquiera, no hallo espacio para una pizca de mundo más...

Cecilia le dije, he hecho espacio para el aire.

martes, 10 de junio de 2014

Estudiar hambre.

Elegí estudiar hambre. Jamás he sido bueno a la hora de tomar decisiones. La causa de que sea así me llegó muy claramente mientras veía la genial película Mr. Nobody, donde se expone que una vez hecha la decisión, es imposible deshacerla. Es una idea muy simple, pero nunca había reparado en que esto generase mi indesición constante. Así pues, la elección niega las posibilidades, dictamina el mundo que viviremos, y una vez ahí es imposible salir. Además de esto, hay que tomar en cuenta las condiciones en que las desiciones mortales se ejecutan: la finitud de nuestras capacidades cognoscitivas e intuitivas, además de que las variables del mundo físico y social, son en muchos casos, indeterminables. De hecho, considerando todo esto, me sorprende que no todo el mundo sea como yo. Pero quizá las implicaciones de la indesición, la determinación y las variables del universo, sea un tema que requiera una entrada aparte.

Volviendo a la cuestión, me encuentro estudiando hambre, probablemente sea porque de una forma u otra me dirigo a la destrucción; si el mundo me ha de aniquilar de todas formas, ¿por qué pretender que tengo algún control? ¿Por qué he de negarme a mi destino final?

De igual modo, esta vida nos procura una increible cantidad de dolores, malestares, tragedias, desgracias y horrores; en el mejor de los casos aspiramos a no padecer muchos, o a padecer los más livianos de ellos, y esto ya es una bendición de los cielos.

También hay que considerar que el destino de las personas no está precisamente regido por lo que hacen en su vida, yo podría estar estudiando medicina e igualmente morir atropellado mientras degusto mi café con leche. Pero hay algo, una mentalidad social, de la masa; la masa que se mueve hegemónicamente a través de la psique de los sujetos y tiene vida como un organismo que eclipsa. La mentalidad de la masa, en su pesado movimiento ha aplastado a las carreras que aparentemente menos procuran para la "vida productiva". Son ingenuos, sabemos eso varios de los que estamos de este lado, pero igual no hay mucho que hacer, así se maquilan las cosas desde ya algún tiempo. La mentalidad hegemónica dota a nuestras carreras una buena dosis de desprecio y, mientras, encumbra las carreras productivas.

No sólo eso, el sistema también nos obsequia esta condición. Entonces también tenemos a la -digamoslo así- parte "legislativa" de la vida, en nuestra contra. No importaría mucho si sólo la masa nos despreciara ("a palabras necias, oidos sordos"); pero no es ese el caso, nuestro perfil en la gran mayoría de los casos, sólo podrá ser bajo. Cierto es que destacando de los demás, podemos conseguir un buen estatus, quizá vivir con lujos, pero eso en contadísimos casos. Vuelvo a poner la comparación con otras carreras en las que te encuentras gente de buen estatus cada dos por tres.

Pero aquí estamos, yo, como conocedor de las formas que puede adquirir la vida y siguiendo los pasos de Schopenhauer, pretenderé una vida con la menor cantidad posible de sufrimientos. Si igualmente la vida me depara dolores desconocidos, ¿por qué no decir, al menos que pude estudiar lo que me gustaba? Y por otro lado, ¿vale la pena ganar mucho dinero, tener fama y fortuna, si estoy atado a la condena de cumplir inexorablemente con actividades que se sienten tan mundanas y con horarios que al final consumirán todo mi tiempo, sólo para después hacer lo propio con mi vida?

Por indeciso que sea, al menos sé qué es lo que no quiero.

Al final, siendo las cosas así, es un gusto estudiar hambre. Aunque probablemente mi orgullo dure hasta que la miseria toque mi puerta y me ponga de rodillas a pedir por mi alma.

Pero hoy no es ese día.

viernes, 25 de abril de 2014

Cómo escoger un libro. Pt. 1.


  • Introducción.
Conocemos ese sentimiento, la respiración se vuelve turbada, el corazón arítmico y el sudor fluye como terrones de azucar gelatinosos emanando de una central nuclear al borde del colapso; y todo esto, sólo atendiendo a la sintomatología fisiológica del momento. No podríamos entrar aquí en detalles con las alteraciones crónicas ni mucho menos con las implicaciones y secuelas psicológicas o, en los casos más avanzados, psiquiatricas, que puedan acontecerle al sujeto. Esta decisión responde a la necesidad de un trabajo enteramente dedicado al tema, además de un conocimiento enciclopédico del fenómeno, cosas que no responden al caracter de esta obra.

Ahora, volviendo a la cuestión, hay que explicar cual es el detonante de tan fatídicos sucesos. No podría tratarse de nada más que la angustia en la decisión al querer tomar un libro.

Es común, sabemos bien, que en este mundo repleto de libros, de basura literaria, de simuladores de habilidad y falsos profetas de la solemne comisión internacional de la excelencia en letras, que, al momento de tomar un libro del estante de la tienda de autoservicio, no sepamos por cual decantarnos.

La presente obra tiene, pues, el propósito de enseñarle, a usted querido amigo, a escoger obras. Olvídese de los críticos expertos, olvídese de las caras revistas literarias, incluso olvide los consejos de sus conocidos y profesores; aquí encontrará todo lo necesario para desarrollar un exquisito juicio valorativo a la hora de tomar esa importante decisión: ¿qué libro debería leer?

Esta guía debe ser seguida al pie de la letra y en todo momento, si queremos convertirnos en los zares de la sabiduría en decisiones.

Finalmente, damos comienzo al trabajo en sí, esperando que su espíritu se vea enardecido por el fuego del conocimiento.

  • Criterio No.1: El nombre del autor.
Pocas cosas más importante hay en el mundo que el nombre. El nombre define, por su sonoridad, el carácter que en un primer momento atribuimos al ente. Si usted desconoce qué es un raspado, seguramente puede imaginarse algo a partir del sonido. En este caso la cualidad que atribuirá al objeto imaginado, viene determinada por el sonido de la letra R, que en el caso de esta palabra se haya en su modalidad fuerte, por decirlo así, su sonoridad de "doble r". La letra R así tomada, como bien sabemos, se crea a partir de un movimiento vibrante y en cierto modo, poderoso. Así pues, el objeto imaginado tendrá dureza en el sentido que sea, simplemente sabemos que podemos sentir la dureza expresarse. Entonces descubrimos que el raspado es hielo triturado con jarabe de algún sabor, y nos percatamos que nuestra imaginación inicial no estaba tan lejos de la realidad.

Así pues, el sonido se asume como una cualidad importante para determinar, de alguna forma las características, al menos conceptuales, del objeto. Es así pues, que usted gusta de libros llenos de acción, testosterona y violencia, debe recurrir a los nombres que le parescan sonar más fuertes y difíciles de pronunciar. Si por otro lado, prefiere un libro sensible que toque sus fibras sensitivas más profundas, debe escoger autores con nombres melódicos y suaves.

Por otro lado, el significado de las palabras también es importante, poca gente se da cuenta que son determinados por el significado de su nombre o apellido (lo lamentamos por los Gordillo). Así pues, aléjese de los nombres que puedan implicar superioridad. Ninguna Victoria, ningún Máximo. Por otro lado, le recomendamos autores como Banana Yoshimoto o Antonio Orejudo. Qué pretensión de grandeza, qué egocentrismo y qué soberbia pueden haber en un tipo que se llama Banana, y en un tipo que apellida Orejudo. Ellos, sin duda, son personas que aceptan su condición humilde y se dedican a salvar gatitos de edificios en llamas.

Expuestas estas reglas (sencillas, pero fuertemente asentadas en la razón y en una sabiduría incomensudable), siéntase libre, amigo mío, de pasearse por las estanterías juzgando nombres cual violento abusón en una primaria pública.